RINCÓN ALPUJARREÑO

La Alpujarra es ese lugar pintoresco, que cautiva por su belleza y su romanticismo de postal y que hay que vivirla detenidamente. Detrás del embrujo se esconde la poesía del paisaje que se ha escrito durante muchos años a base de golpes contra su propio destino. Recorrer las calles de cualquiera de sus pueblos, sus rincones, respirando el aire que baja de Sierra Nevada mezclándose al alimón con el que llega desde la costa granadina es uno de los placeres más exquisitos e indescriptibles que puede percibir el visitante.

El tiempo no es de las cosas, sino de la conciencia. Y la conciencia reside en el alpujarreño como una corriente de vivencias que amalgaman el pasado y el presente. La historia no es aprehensible en sí misma, sino en la conciencia que se tiene de ella, y ésta, a pesar de su belleza, viene marcada por la quietud del tiempo.

Y luego están sus gentes, que son personas que han nacido encadenadas al paisaje, a su pueblo, su casa, a las calles estrechas, empinadas y tortuosas, al vino y a la fiesta. Por ello, a pesar de todo, siempre les ha costado salir de aquel embrujo y nunca han renegado de su origen, aunque era tierra de sufrimientos pues a lo largo de los siglos han sido gentes gastadas por el trabajo, llevan otro ritmo, como si los años fuesen por otro sitio.

La Alpujarra tiene ese halo de misterio que la convierte en caldo de cultivo de multitud de leyendas.
Una de las leyendas más conocidas de La Alpujarra es la del lugar de enterramiento de Muley Hacén -Abū al-Hasan ‘Ali ben Saad- sultán del Reino Nazarí de Granada, que Pedro Antonio de Alarcón -La Alpujarra. 1873- nos la narra así:
“…cuentan la tradición y las historias, que, vencido y destronado el viejo MULEY HACEM por su indigno hijo, a quien la despechada AIXA, de áspero rostro y corazón de leona, había inspirado tan sacrílega usurpación; retirado con su fiel ZORAYA y con los hijos en ella habidos a un lugar escondido en las faldas de la Sierra; viéndose abandonado del resto del mundo, ciego, miserable, y próximo ya a la apetecida muerte, rogó a aquellas prendas de su alma que lo sepultasen en un paraje tan ignorado y solo, que no pudiese turbar nunca la paz de sus cenizas la vecindad de hombres vivos ni muertos; pues le causaban tal horror sus semejantes, que temía no dormir tranquilo si era enterrado cerca de otros cadáveres humanos. ZORAYA y sus hijos cumplieron religiosamente esta solemne manda, sepultando los restos del infeliz MULEY HACEM en lo más alto de la Sierra, allí donde nunca posa el hombre su planta, ni llegan jamás los rumores de la vida. Para aquel sublime sarcófago, los hielos suministraron la urna de cristal, pirámides de alabastro las sempiternas nieves, y perpetua ofrenda las nubes, respetuosamente agrupadas al pie de él, cual humo leve de quemado incienso.”

RINCÓN ALPUJARREÑO (black and white version)

6 comentarios sobre “RINCÓN ALPUJARREÑO

  1. Una vez más, maravillarme y reconocer, que el sentido a la vida se lo damos nosotros con nuestras pasiones e ilusiones, y tú, querido amigo, así lo demuestras cada día con tus hermosas obras . Bravo!

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  2. Hola Enrique.
    Tienes una capacidad envidiable, tocas todos los palos y además lo haces estupendamente. Te felicito por tu obra, me gusta como te expresas, como describes lo que ves y nos haces disfrutar a los demás.

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