
Hay algo que me asombra en la Alhambra: el agua. Fuentes que cantan y gorgoritean en todos los aposentos, en los dormitorios y en los patios, en los baños y en los salones.
Los árabes que vinieron a España, con el rey Tarik a la cabeza, tenían nostalgia de agua. No la veían en el desierto y la añoraban como a una mujer en las noches áridas del Sahara. Por eso puede decirse hoy, quinientos años después de su derrota, que los moros hicieron en la Alhambra un homenaje perpetuo al agua que todo lo limpia y todo lo embellece.
Y lo hicieron con una ternura que conmueve: los surtidores de los patios tienen unos conductos de piedra que llevan la corriente hasta la pileta. ¿Para qué? Para que el agua corra hacia la piscina lenta, suave, dulcemente. Para que su caída no sea un golpe. Para que no haga ruido. Para que el agua no rompa el susurro de la palmera y la flor.
Para que el agua ayude a conservar el silencio manso de la naturaleza. No se trata de hacer con el agua, como otros pueblos lo hacían una cabriola espectacular. Ni de buscar que el chorro salpique a las doncellas que deambulan por el palacio. No es el agua como lascivia sino lo contrario: que el agua sea paz para tu alma. Que sea un canto. Por eso la Alhambra, más que de piedra, está hecha de agua.
Le duele a uno el corazón cuando recuerda que en algunos libros de la historia falsa se afirma que los árabes eran unas tribus bárbaras que vinieron del infierno a degollar a los cristianos de España. Sí, claro: eran unos bárbaros los hombres que le hicieron este poema al agua. Eran unos bárbaros estos hombres que pusieron en Córdoba la primera escuela de medicina del mundo.
No cabe duda:eran unos bárbaros los que vinieron a Granada a sembrar flores en los patios y a pintar las casas con cal para que mitigara el calor. Eran unos bárbaros los que hicieron labrar en los techos de la Alhambra todas las estrellas conocidas en esa época, hicieron tallar en nácar y en plata las constelaciones del cielo, y pusieron a su lado un verso que dice: «Cuando las estrellas no están en el firmamento, es porque están en los techos de la Alhambra».
¡¡¡Ay!!! que sería de Granada sin el cantar de su agua.






































Maravillosa y sensible manera de expresar lo que nos inspira y sugiere.
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Me encanta .Felicidades!!!
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Magnifico!!
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Muy inspiradora esta entrada, hasta el título incluido que me invita a escuchar el cantar de su agua, en el cuadro la ves y en el texto la sientes. Enhorabuena Kike !!
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Maravillosa manera de expresar, sentir y comunicar. Todo un deleite para esta que te lee y disfruta tu pintura.
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