
Siento que si las miles de amapolas que deben venir no apareciesen, mi paisaje quedaría sin vida. Ellas marcan la cotidianidad y, al mismo tiempo, van rompiendo la monotonía de algunos recuerdos. Saben que vienen para no quedarse.
Tienen asumido que su paso por aquí es efímero, pero mientras tanto, se adueñan de lo espontáneo, de la capacidad visual y sensorial. Ninguna permanece ausente….y eso las hace aún más bellas.
Por eso, aquellos volátiles, pasajeros, evanescentes, imprevistos, pero al mismo tiempo persistentes pétalos rojos se convierten, pese a su debilidad, en los poderosos colores de la primavera.






































Sigilosamente
Aparecen con su música de seda
No semejan ser ángeles
Ni las alas de un eco
Se cubre tu mirada de pétalos de nácar
Reconoces su belleza
Húmeda de mar
Ésa que juega a ser viento
Pero es tan rápido su pasar
Tan efímera su presencia
Que sólo desean dejar en tus labios
imborrable huella de un rojo y ansiado beso…
Para ti
“Mapoulas”
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