
Allá abajo, en un rincón oculto donde el sol se filtra a través de las hojas de los árboles y el tiempo parece detenerse, yace un lugar único, esculpido por la sinuosa y caprichosa corriente de agua ferrosa y amarga que mana del corazón de la montaña como un río de sangre tiñendo el ambiente con un aura rojiza. Es la Fuente Agria, en la Alpujarra granadina.





































